Opinión: De esto depende que los estadounidenses sean bienvenidos en México

by Tania Navarro

¿Son bienvenidos los estadounidenses en México? Depende de a quién — y dónde — se pregunte. En la Ciudad de México, las recientes protestas contra los expatriados estadounidenses y los llamados “nómadas digitales”, acusados de encarecer las rentas y promover la gentrificación, muestran que muchos no los ven con buenos ojos. Sin embargo, en otros destinos mexicanos — de Tijuana a Puerto Vallarta — los estadounidenses han sido parte del tejido social durante décadas, muchas veces sin enfrentar el mismo rechazo público.

Esta paradoja plantea una pregunta importante: ¿por qué la presencia estadounidense genera tensiones en algunos lugares y en otros no?

La huella de los estadounidenses en México no es nueva. Los jubilados han llegado durante años a comunidades costeras como Rosarito o Mazatlán, atraídos por el sol y los precios bajos. San Miguel de Allende, en Guanajuato, tiene una comunidad de expatriados tan consolidada que el 10% de sus habitantes son estadounidenses. Incluso Tijuana, justo al cruzar la frontera de San Diego, ha recibido oleadas de ciudadanos estadounidenses por décadas: trabajadores transfronterizos, jubilados, maestros y artistas.

Pero la Ciudad de México es diferente. De 2019 a 2022, el número de ciudadanos estadounidenses viviendo en México aumentó un 70%, alcanzando los 1.6 millones en todo el país. Gran parte de ese crecimiento se concentró en la capital, una ciudad que ya enfrentaba escasez de vivienda y rentas elevadas. Para muchos locales, la llegada masiva fue demasiado visible, demasiado rápida y demasiado disruptiva.

Para entender mejor esta división, hablé con dos estadounidenses: uno en la Ciudad de México, otro en Tijuana. Sus historias revelan tanto los desafíos como las posibilidades de la vida transfronteriza.

Tony Uribe, quien creció en San Diego, se mudó a Baja California en 2016 y llegó a la Ciudad de México hace tres años. Describe su experiencia como mayormente positiva. “Hay personas que nos preguntan qué nos trajo a México, y terminan agradeciéndonos por elegir su país para vivir. Eso es algo muy bonito”, me dijo. Aunque reconoce que existen voces nacionalistas, afirma no haber sido hostigado directamente.

En cuanto a las protestas, las ve menos como un rechazo general a los estadounidenses y más como un reflejo de problemas urbanos más grandes. “Cuando hay problemas como el de vivienda, la gente busca a quién culpar. Y los extranjeros son un blanco fácil”, dijo y agregó que ciudades como Barcelona o Venecia han enfrentado tensiones similares. Para él, los videos virales de manifestaciones anti-gringos fueron incidentes aislados amplificados por las redes sociales.

Jodi Cilley, quien llegó por primera vez a Tijuana en 2004 y actualmente imparte clases en San Diego como habitante transfronteriza, ofrece otra perspectiva. Ella opina que la oleada de nómadas digitales en la Ciudad de México contrasta con la presencia constante y a largo plazo de los estadounidenses en Tijuana. “Aquí ha sido un proceso lento, con tiempo. La gente está acostumbrada a ver a los estadounidenses a su alrededor”, explicó.

El carácter migrante de Tijuana también influye. “No mucha gente es originaria de aquí. Hay personas de Guadalajara, Oaxaca, la Ciudad de México, incluso de Centroamérica. Es una ciudad diversa, como San Diego”, dijo. Esa experiencia compartida de ser migrante, dificulta que los locales culpen únicamente a los estadounidenses por el aumento de precios o los cambios en los vecindarios.

Aun así, advierte que la integración es clave. “Es importante que los estadounidenses no vengan a replicar su cultura en México. Hay que aprender español, convivir con la gente, formar parte de la comunidad. No solo aprovecharse de los costos más bajos”, dijo. Para ella, esa es una forma de evitar el resentimiento.

Como vemos, la percepción sobre los estadounidenses en México no es uniforme. Depende del ritmo, el lugar y de cómo elijan participar en la vida local.

Y tal vez esa sea la lección más importante: la migración entre México y Estados Unidos nunca ha sido en una sola dirección. Por más de un siglo, los mexicanos han cruzado hacia el norte, construyendo comunidades y dejando huella en la cultura de California, Texas y más allá. Ahora, cada vez más estadounidenses se dirigen al sur, algunos reconectando con sus raíces mexicanas, otros en busca de aventura o una vida más asequible.

Las protestas en la Ciudad de México podrían ser el capítulo más reciente de esa larga historia de movimiento y adaptación. Las ciudades seguirán lidiando con la llegada de nuevos habitantes y la construcción del sentido de pertenencia, como siempre lo han hecho. Pero la pregunta de fondo no es solo si los estadounidenses son bienvenidos en México, es si quienes llegan están dispuestos a integrarse de verdad.

Navarro es editora de opinión de la comunidad en The San Diego Union-Tribune. Es transfronteriza y vive en ambos lados de la frontera.


Original story:

Opinion: Are Americans welcome in Mexico? A tale of two cities

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Andre Hobbs

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